3 Y 4 DE MAYO. MÁS VALE CESTAS EN MANO QUE PÁJARO VOLANDO

Este pasado sábado día 2 de mayo sin madrugar en exceso, arrancamos los tres gorriones desde Muskiz en dos coches, pero en esta ocasión nos volvía a acompañar Sixto, a quien temen más las sordas que los sargos. Por la tarde anterior la mar ya daba muestras de que se iba a mover y al llegar al mirador de costumbre nos encontramos una mar de traca, con unos espumones de mar de fondo que se perdían en el horizonte, con fuertes golpes y largas belladas, una imagen demasiado repetida en las últimas jornadas. A esto se unía que la pleamar era a las 11:44 h y de 11 pies y 3 pulgadas, con lo que tocaba pescar con la bajamar y las primeras horas de marea.

Así pues habríamos de aplicarnos para lidiar la jornada con esos condicionantes. Ramontxu había dormido mal, decidió no pescar y volver a la piltra. Pasé los bártulos al otro vehículo y tras despedirnos nos fuimos con tranquilidad a Cerdigo en busca de un pesquero con calado cómodo para tres personas con la intención de pasar un buen rato pescando. De camino pudimos comprobar como la gente madruga cada vez más topándonos con hasta cuatro coches.

Bien pertrechados llevamos para engodar un caldero de macizo de sardina cada uno y unas quisquillas congeladas y para encarnar empleamos la propia quisquilla, cangrejillo congelado, gamba y tira de jibión. Justo al amanecer, repartidos en tres zonas, empezamos el proceso de macizado y las primeras caladas con los distintos ajustes de calado y plomeado. Comenzamos con bajos del 0,235 y 0,225 mm, cambiando después al 0,205 mm, anzuelo revirado a la derecha del 2/0 y un plomillo de 4 mm de diámetro en el bajo. Corcho lastrado de champán en la línea plomeada como siempre. El calado oscilo entre 2,5 y 5 m. Los sargos tardaron en aparecer pero alguno bueno se pudo ver al romper el día en unas condiciones no ideales.

Poco a poco los txokos fueron cogiendo agua y nosotros moviéndonos por ellos a medida que las condiciones de pesca mejoraban con más calado. Una imagen de la mar con las espumas típicas de la marejada de fondo. Tuvimos una mañana muy agradable en la que las aves se animaron a surcar los aires.

Pájaros no sólo por el aire sino también por tierra. He aquí uno de cuidado en las rocas tentando a los espáridos con su vara, de especie similar al de la imagen inferior. Momento de quedada justo posterior a los fuertes golpes en el que se ponía muy bueno.

En general estos pesqueros con orografía en lastra horadada amortiguan bien este tipo de mares. Tras los largos ratos de bellada se quedaba claro pero comenzaban de nuevo los trenes de olas como la que entra en la imagen. Resumiendo, las condiciones medias del pesquero eran bastante aceptables y nos dejaba margen de maniobra para el camelo.

Aquí los dos pajarracos mano a mano mientras yo probaba de forma itinerante. Cuando el calado ya fue aceptable, la actividad bajo el agua aumentó. Para mejorar el engaño, fue en esos momentos cuando afinamos el bajo. Sargos, zapateras, un marsopón, una lubineta y hasta una julia se arrimaron atraidos por el constante macizado. A partir de las 10:00 h la mar fue empeorando por momentos con el distanciamineto de las picadas.

Sobre las once de la mañana, estos dos gorriones posabamos con la cesta de esta guisa mientras el tercero arrojaba su sombra cámara en mano. Satisfechos por la buena mañana con momentos de soledad, de risa desternillante y de buena pesca acudimos raudos a almorzar al Chapelet en Muskiz, donde nos reunimos con el druida, quien vino bien dormido, afeitado y más chulo que un cortapichas de punta en blanco. Tocaba hacer planes para el día siguiente en el que se intuía un oleaje de cuidado.

Así que, a la madrugada del domingo bien prontito, ya estábamos los tres de siempre, esta vez sin Sixto, viendo la mar en la entrada del Superpuerto, en la margen derecha de la playa de La Arena. La mar era la del día anterior pero por tres, con los golpes mucho más seguidos, así que descartadas todas las puestas cercanas y camino a Lekeitio con la intención de pescar en la zona comprendida entre el puerto y el faro de Santa Catalina. Nada más llegar a la zona nos pusimos en contacto con el destacamento de avanzadilla formado por Iñaki Vallés y Mane, quienes nos pusieron al corriente de todas las incidencias.

Nos dividimos como siempre, Ramontxu por un lado y Miguel y el que escribe por otro. El primero nos cedió el mejor sitio, y a la postre, vuelta para aquí vuelta para allá, aunque intentó bajar a una puesta a la que desistió por su mal estado, acabó por no echar la caña. Estuvo en labores fotográficas, de inspección de la zona y de romance con Morfeo. Nosotros una vez más lo ibámos a intentar en un fondalio con suficiente calado para pescar en la bajamar y que nos permitiese movernos con el avance de la marea. Bajamos sin prisa y echamos el corcho ya sin barra de luz justo al amanecer.

¡Menuda pila de pájaros! El pesquero estaba sembrado de nidos como el de la imagen inferior, con hasta tres huevos, uno más que nosotros. El olor era similar al de un gallinero y tuvimos a las aves toda la mañana sobrevolándonos la cabeza con un jaleo que parecía el griterio del patio de un colegio. Nos extrañó que no intentasen atacarnos y pensamos que fue porque tuvimos buen cuidado de no dañar ningún nidal.

Para que os hagáis una idea del estado de la mar estas fotos son muy explicativas. A pesar de la profundidad de la zona se puede intuir la envergadura del oleaje de fondo. Las gaviotas a lo suyo.

Incluso las trainerillas tenían problemas con los envites del mar. No se qué pasó en la primera tanda pero cerca se llevaban tres minutos entre unas y otras, menudo descontrol. Como se ve era imposible sacar una fotografía sin los pajaritos de marras.

A continuación imagen en detalle del efecto de los golpes conta la piedra. En esta ocasión comenzamos pescando con bajos de Paradick del 0,235, afinando después, y similares a los del día anterior, pero acusando más el lastrado dadas las condiciones reinantes. De inicio sólo salieron un par de sargos y todo indicaba que se avecinaba fracaso. Anduvimos relajados haciendo tiempo para que subiese la marea y de mientras Miguel, que tuvo una mañana muy inspirada, hizo que afloraran las risas a cuenta del olor a pluma.

A base del macizado con sardina fresca triturada y quisquilla congelada, a medida que avanzaba la mañana los sargos comenzaron a animarse y salían cada vez más grandes. Se declinaron por el cangrejillo y la gamba, mostrando menos interés por la quisquilla congelada, como ya nos ha pasado en similares condiciones de mar y pesquero. La pena fue no haber dispuesto de una ración de esquila viva porque eso ya hubiese sido otro tema bien distinto. El calado de pesca jugó un papel importante, siempre superior a los 3 metros, llegando hasta los 5,5 m.

Como a eso de las 11:00 h decidimos recoger, así que el macizo sobrante y restos de carnadas al agua, así otro día estarán más gordos. Ramontxu nos esperaba y como nos dijo al subir, la hora en la que decidimos dejarlo era cuando mejor estaba el pesquero y el momento idóneo de pesca, pero coincidimos en que había pescado suficiente.

A esta fuente fuimos a adecentar el pescado y a dejar la cesta curiosa. Pudimos comprobar como muchos de los accesos a las bajadas de la zona que se han utilizado desde siempre, cada vez disponen de más trabas y cortapisas para poder arribar a los pesqueros. Para salir del paso, acabaremos alquilando un helicoptero para los fines de semana o investigaremos si las antiguas bajadas se pueden cerrar así como así.

Fueron casi todo sargos excepto una zapatera muy guapa y ese durdo con el tono verduzco tan chulo. Debajo, Miguel y yo muy formalitos pensando en el chorizo y los callos que nos íbamos a comer los tres en compañia de Vallés y Mane en Iruzubieta, en el Armola.

Con todo ha sido un fin de semana muy fructífero en capturas. Empezamos a tener ya ganas de cambiar un poco el tipo de pesca y poder aspirar con buena quisquilla a las lubinetas como la que cogieron los de la Jargüeta. Hasta la semana que viene, aunque el tiempo pronostica lluvias.