Como muchos ya sabéis, llevamos una temporada floja sin dar con los sargos y sin saber porqué no hay presencia de espáridos en cierto tipo de pesqueros, más a las alturas que estamos de año. Por lo que la pasada semana andábamos barajando la posibilidad de cambiar radicalmente de escenarios y volver a poner en práctica una pesca que tan buenos recuerdos nos trae.
Por ello el pasado jueves día 24, di harina a los quisquilleros y preparé las arte para buscar una ración de quisquilla al día siguiente.
De esta manera, el viernes nada más salir de trabajar me fui pitando para la marisma. La verdad, es que el calor sofocante estuvo a punto de echarme para atrás, pero como ya tenía todo metido en el maletero, me pudo la curiosidad de dar con los pequeños crustáceos.
Una vez en la vega, pronto pude ver que cogería una ración suficiente para pescar, pero también me di cuenta de que los 33,5 ºC iban a pasar factura a la quisquilla; hasta yo las pasé canutas porque no corría una brizna de brisa. A pesar de todos los cuidados que las dispensé, incluso el climatizador del coche para el maletero en el viaje de vuelta, al llegar a casa tenía el 75% del cebo muerto. No obstante, optamos por meterlo en la nevera y ver si al día siguiente alguna había sobrevivido a las inclemencias. La quisquilla en estas condiciones, medio muerta medio viva, es buena para la pesca del sargo o durdo por cuanto profundiza más, aunque no lo es tanto para peces de superficie como obladas o lubinetas.
Por fin el sábado, tras ver la mar en el margen derecho de la playa de la Arena, Ramontxu y yo intentamos buscar un pesquero con fondo mixto de arena y piedras, donde sacar partido con la marea a la cesta de quisquilla. Por cierto, Miguel andaba tirando de azada ya que se le había acumulado tarea... pimientil.
Una vez había amanecido, éste era el aspecto del roquedo elegido. Estaba un poco justito, sobretodo por las largas belladas, pero podía valer pescando fino.
Al de poco de empezar, la más grande; ya se sabe que comen primero. Bello ejemplar propio de fondo de arena.
Y poco a poco se fue animando la cosa, con ejemplares de tamaño medio típicos de este tipo de pesca. Hubo también bastante morralla que fue devuelta a su medio para otro día cuando hayan crecido.
Como se ve en las imágenes la franja con color para el engaño era mínima y estuve pescando a lo zorro con el 0,205 mm. Aún así, a primera hora el pescado picó confiado, tragando hasta el cuajo. Cuando los golpes nos lo permitían dejamos salir el aparejo en busca de alguna lubineta pero no tuvimos noticias de ellas. El calado nunca superó los 2 m y el lastre de la línea bien pegado al corcho. A media mañana, a eso de las 10:30 dimos por concluida la función.
Por lo menos, el cambio nos dio una pesquilla decente y sabemos que por esta zona hay algo de pescado.
¡Vaya susto que me dio este visitante cuando fui a mover los bártulos! Supongo que se habría caído por el terraplén o se trataba de un enánago marino, ¡je je! El tío estaba tan tranquilo... Se trata de un lución (Anguis fragilis) inofensivo.
Y ésta como foto de despedida para ver si vamos visualizando para este sábado, donde parece que tendremos que lidiar con una mar floja y una gran bajamar poco después de amanecer. ¡Hasta pronto compañeros!